Me encanta llevar las uñas pintadas. Es algo que llevo haciendo desde hace años y aunque supone una esclavitud, el resultado me compensa. En invierno, la laca me aguanta dos o tres días pero en verano es un horror puesto que con el agua, tengo que retocarlas casi todos los días. Para empeorar las cosas, las tengo bastante quebradizas y aunque he probado a estar meses sin pintármelas y cuidándomelas con todos los productos imaginables, ni aún así mejoran.
Cuando hace unos años salieron las uñas de porcelana o gel, aunque hubieran sido la solución perfecta a mis problemas, la verdad es que me resistí a probarlas por varias razones. La primera de ellas era el resultado tan poco natural que se obtenía (o al menos el de varias amigas que las llevaban) con unas uñas excesivamente largas y cuadradas y a mi parecer incómodas. Además, eso de ir cada tres semanas a arreglártelas me suponía un exceso en tiempo y, no menos importante, de dinero. Y para colmo, me habían comentado que si por cualquier motivo te las querías quitar, tus uñas se quedaban tan frágiles como el papel.
No obstante, a principios del verano pasado con ocasión de una boda me animé a probar, pensando en quitármelas al mes. Pues bien, descubrí que el resultado era increíble ya que al darme la forma y la longitud a la que yo estaba acostumbrada, parecían realmente las mías. De hecho nadie en me preguntó si eran naturales o no puesto que lo daban por supuesto. Pero lo mejor de todo era que la laca me aguantaba perfecta durante una semana sin preocuparme lo más mínimo de fregar, hacer la camas, etc... y la llevaba todas igual de largas y sin peligro de roturas.
Y aunque como ya he dicho, mi idea era quitármelas al mes, comprobé que podía saltarme un poquito las reglas y evitar el gasto de dinero y tiempo, y seguir llevándolas perfectas. Os explico: cuando la uña ha crecido lo suficiente para que se note el escalón cerca de la cutícula entre el gel y la natural, con una lima de las que ellas usan algo más fuerte que las normales, suavizo ese escalón y le doy forma con lo que consigo que la uña siga creciendo sin que se note la falta de relleno. La punta sigue estando dura pero el resto es mi uña natural creciendo sana y el esmalte sigue durando una eternidad. Eso sí, no sólo hay que tener un poco de maña sino que además tienes que llevarlas preferentemente de colores oscuros para que no se note el corte entre el gel y el color de la uña natural, aunque un rosa no muy claro también hace puede valer.
Con esto, como ya he dicho, no sólo te evitas el gasto (y el tiempo) del relleno ya que así te pueden durar fácilmente entre cuatro y seis meses, sino que además cuando me queda poco gel al final de la uña y quiero dejarlas descansar, limo hasta eliminar por completo el trozo al que le queda gel y queda mi uña natural al completo.
4 comentarios:
Hola!!! oye, no encuentro por nigun sitio tu e-mail para enviarte la encuesta por si al final puedes hacerla.
Ya me dices algo!
Muchas gracias!!!!
Siempre me han dado la sensación de incomodidad pero tal como tú lo has explicado me parece mucho más sencillo que yo creía y bastante más cómodo.
Pues sí, sí que es verdad que hay un poco de todo....
Siempre he querido tener unas uñas bonitas pero no hay manera...
Encantada de saludarte,
María José
Exacto, no siempre es necesario el relleno de las uñas de gel, muchas veces con una lima se puede pulir la zona en que se une la uña de gel con la uña natural y da buenos resultados. Especialmente si no ha pasado mucho tiempo, es una buena técnica de mantenimiento.
También es importante hidratar la uña después, con un poquito de crema o aceite para cutículas.
Un saludo
Publicar un comentario